A Caverna

Esta é a caverna, quando a caverna nos é negada/Estas páginas são as paredes da antiga caverna de novo entre nós/A nova antiga caverna/Antiga na sua primordialidade/no seu sentido essencial/ali onde nossos antepassados sentavam a volta da fogueira/Aqui os que passam se encontram nos versos de outros/os meus versos são teus/os teus meus/os eus meus teus /aqui somos todos outros/e sendo outros não somos sós/sendo outros somos nós/somos irmandade/humanidade/vamos passando/lendo os outros em nós mesmos/e cada um que passa se deixa/essa vontade de não morrer/de seguir/de tocar/de comunicar/estamos sós entre nós mesmos/a palavra é a busca de sentido/busca pelo outro/busca do irmão/busca de algo além/quiçá um deus/a busca do amor/busca do nada e do tudo/qualquer busca que seja ou apenas o caminho/ o que podemos oferecer uns aos outros a não ser nosso eu mesmo esmo de si?/o que oferecer além do nosso não saber?/nossa solidão?/somos sós no silêncio, mas não na caverna/ cada um que passa pinta a parede desta caverna com seus símbolos/como as portas de um banheiro metafísico/este blog é metáfora da caverna de novo entre nós/uma porta de banheiro/onde cada outro/na sua solidão multidão/inscreve pedaços de alma na forma de qualquer coisa/versos/desenhos/fotos/arte/literatura/anti-literatura/desregramento/inventando/inversando reversamento mundo afora dentro de versos reversos solitários de si mesmos/fotografias da alma/deixem suas almas por aqui/ao fim destas frases terei morrido um pouco/mas como diria o poeta, ninguém é pai de um poema sem morrer antes

Jean Louis Battre, 2010

28 de janeiro de 2010

LA BIBLIOTECA DE BABEL

By this art you may contemplate the variation
of the 23 letters...
The Anatomy of Melancholy, part. 2, sect. II, mem. IV.

El universo (que otros llaman la Biblioteca) se compone de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas. Desde cualquier hexágono se ven los pisos inferiores y superiores: interminablemente. La distribución de las galerías es invariable. Veinte anaqueles, a cinco largos anaqueles por lado, cubren todos los lados menos dos; su altura, que es la de los pisos, excede apenas la de un bibliotecario normal. Una de las caras libres da a un angosto zaguán, que desemboca en otra galería, idéntica a la primera y a todas. A izquirda y a derecha del zaguán hay dos gabinetes minúsculos. Uno permite dormir de pie; otro, satisfacer las necesidades finales. Por ahí pasa la escalera espiral, que se abisma y se eleva hacia lo remoto. En el zaguán hay un espejo, que fielmente duplica las apariencias. Los hombres suelen inferir de ese espejo que la Biblioteca no es infinita (si lo fuera realmente ¿a qué esa duplicación ilusoria?); yo prefiero soñar que las superficies bruñidas figuran y prometen el infinito... La luz procede de unas frutas esféricas que llevan el nombre de lámparas. Hay dos en cada hexágono: transversales. La luz que emiten es insuficiente, incesante

Como todos los hombres de la Biblioteca, he viajado en mi juventud; he peregrinado en busca de un libro, acaso del catálogo de catálogos; ahora que mis ojos casi no pueden descifrar lo que escribo, me preparo a morir a unas pocas leguas del hexágono en que nací. Muerto, no faltarán manos piadosas que me tiren por la baranda; mi sepultura será el aire insondable; mi cuerpo se hundirá largamente y se corromperá y disolverá en el viento engendrado por la caída, que es infinita. Yo afirmo que la Biblioteca es interminable. Los idealistas arguyen que las salas hexagonales son una forma necesaria del espacio absoluto o, por lo menos, de nuestra intuición del espacio. Razonan que es inconcebible una sala triangular o pentagonal. (Los místicos pretenden que el éxtasis les revela una cámara circular con un gran libro circular de lomo continuo, que da toda la vuelta de las paredes; pero su testimonio es sospechoso; sus palabras, oscuras. Ese libro cíclico es Dios.) Básteme, por ahora, repetir el dictamen clásico: La Biblioteca es una esfera cuyo centro cabal es cualquier hexágono, cuya circunferencia es inaccesible.

A cada uno de los muros de cada hexágono corresponden cinco anaqueles; cada anaquel encierra treinta y dos libros de formato uniforme; cada libro es de cuatrocientas diez páginas; cada página, de cuarenta renglones; cada renglón, de unas ochenta letras de color negro. También hay letras en el dorso de cada libro; esas letras no indican o prefiguran lo que dirán las páginas. Sé que esa inconexión, alguna vez, pareció misteriosa. Antes de resumir la solución (cuyo descubrimiento, a pesar de sus trágicas proyecciones, es quizá el hecho capital de la historia) quiero rememorar algunos axiomas.

El primero: La Biblioteca existe ab aeterno. De esa verdad cuyo colorario inmediato es la eternidad futura del mundo, ninguna mente razonable puede dudar. El hombre, el imperfecto bibliotecario, puede ser obra del azar o de los demiurgos malévolos; el universo, con su elegante dotación de anaqueles, de tomos enigmáticos, de infatigables escaleras para el viajero y de letrinas para el bibliotecario sentado, sólo puede ser obra de un dios. Para percibir la distancia que hay entre lo divino y lo humano, basta comparar estos rudos símbolos trémulos que mi falible mano garabatea en la tapa de un libro, con las letras orgánicas del interior: puntuales, delicadas, negrísimas, inimitablemente simétricas.

El segundo: El número de símbolos ortográficos es veinticinco.(1) Esa comprobación permitió, hace trescientos años, formular una teoría general de la Biblioteca y resolver satisfactoriamente el problema que ninguna conjetura había descifrado: la naturaleza informe y caótica de casi todos los libros. Uno, que mi padre vio en un hexágono del circuito quince noventa y cuatro, constaba de las letras MCV perversamente repetidas desde el renglón primero hasta el último. Otro (muy consultado en esta zona) es un mero laberinto de letras, pero la página penúltima dice Oh tiempo tus pirámides. Ya se sabe: por una línea razonable o una recta noticia hay leguas de insensatas cacofonías, de fárragos verbales y de incoherencias. (Yo sé de una región cerril cuyos bibliotecarios repudian la supersticiosa y vana costumbre de buscar sentido en los libros y la equiparan a la de buscarlo en los sueños o en las líneas caóticas de la mano... Admiten que los inventores de la escritura imitaron los veinticinco símbolos naturales, pero sostienen que esa aplicación es casual y que los libros nada significan en sí. Ese dictamen, ya veremos no es del todo falaz.)

Durante mucho tiempo se creyó que esos libros impenetrables correspondían a lenguas pretéritas o remotas. Es verdad que los hombres más antiguos, los primeros bibliotecarios, usaban un lenguaje asaz diferente del que hablamos ahora; es verdad que unas millas a la derecha la lengua es dialectal y que noventa pisos más arriba, es incomprensible. Todo eso, lo repito, es verdad, pero cuatrocientas diez páginas de inalterables M C V no pueden corresponder a ningún idioma, por dialectal o rudimentario que sea. Algunos insinuaron que cada letra podia influir en la subsiguiente y que el valor de MCV en la tercera línea de la página 71 no era el que puede tener la misma serie en otra posición de otra página, pero esa vaga tesis no prosperó. Otros pensaron en criptografías; universalmente esa conjetura ha sido aceptada, aunque no en el sentido en que la formularon sus inventores.

Hace quinientos años, el jefe de un hexágono superior(2) dio con un libro tan confuso como los otros, pero que tenía casi dos hojas de líneas homogéneas. Mostró su hallazgo a un descifrador ambulante, que le dijo que estaban redactadas en portugués; otros le dijeron que en yiddish. Antes de un siglo pudo establecerse el idioma: un dialecto samoyedo-lituano del guaraní, con inflexiones de árabe clásico. También se descifró el contenido: nociones de análisis combinatorio, ilustradas por ejemplos de variaciones con repetición ilimitada. Esos ejemplos permitieron que un bibliotecario de genio descubriera la ley fundamental de la Biblioteca. Este pensador observó que todos los libros, por diversos que sean, constan de elementos iguales: el espacio, el punto, la coma, las veintidós letras del alfabeto. También alegó un hecho que todos los viajeros han confirmado: No hay en la vasta Biblioteca, dos libros idénticos. De esas premisas incontrovertibles dedujo que la Biblioteca es total y que sus anaqueles registran todas las posibles combinaciones de los veintitantos símbolos ortográficos (número, aunque vastísimo, no infinito) o sea todo lo que es dable expresar: en todos los idiomas. Todo: la historia minuciosa del porvenir, las autobiografías de los arcángeles, el catálogo fiel de la Biblioteca, miles y miles de catálogos falsos, la demostración de la falacia de esos catálogos, la demostración de la falacia del catálogo verdadero, el evangelio gnóstico de Basilides, el comentario de ese evangelio, el comentario del comentario de ese evangelio, la relación verídica de tu muerte, la versión de cada libro a todas las lenguas, las interpolaciones de cada libro en todos los libros, el tratado que Beda pudo escribir (y no escribió) sobre la mitología de los sajones, los libros perdidos de Tácito.

Cuando se proclamó que la Biblioteca abarcaba todos los libros, la primera impresión fue de extravagante felicidad. Todos los hombres se sintieron señores de un tesoro intacto y secreto. No había problema personal o mundial cuya elocuente solución no existiera: en algún hexágono. El universo estaba justificado, el universo bruscamente usurpó las dimensiones ilimitadas de la esperanza. En aquel tiempo se habló mucho de las Vindicaciones: libros de apología y de profecía, que para siempre vindicaban los actos de cada hombre del universo y guardaban arcanos prodigiosos para su porvenir. Miles de codiciosos abandonaron el dulce hexágono natal y se lanzaron escaleras arriba, urgidos por el vano propósito de encontrar su Vindicación. Esos peregrinos disputaban en los corredores estrechos, proferían oscuras maldiciones, se estrangulaban en las escaleras divinas, arrojaban los libros engañosos al fondo de los túneles, morían despeñados por los hombres de regiones remotas. Otros se enloquecieron... Las Vindicaciones existen (yo he visto dos que se refieren a personas del porvenir, a personas acaso no imaginarias) pero los buscadores no recordaban que la posibilidad de que un hombre encuentre la suya, o alguna pérfida variación de la suya, es computable en cero.

También se esperó entonces la aclaración de los misterios básicos de la humanidad: el origen de la Biblioteca y del tiempo. Es verosímil que esos graves misterios puedan explicarse en palabras: si no basta el lenguaje de los filósofos, la multiforme Biblioteca habrá producido el idioma inaudito que se requiere y los vocabularios y gramáticas de ese idioma. Hace ya cuatro siglos que los hombres fatigan los hexágonos... Hay buscadores oficiales, inquisidores. Yo los he visto en el desempeño de su función: llegan siempre rendidos; hablan de una escalera sin peldaños que casi los mató; hablan de galerías y de escaleras con el bibliotecario; alguna vez, toman el libro más cercano y lo hojean, en busca de palabras infames. Visiblemente, nadie espera descubrir nada.

A la desaforada esperanza, sucedió, como es natural, una depresión excesiva. La certidumbre de que algún anaquel en algún hexágono encerraba libros preciosos y de que esos libros preciosos eran inaccesibles, pareció casi intolerable. Una secta blasfema sugirió que cesaran las buscas y que todos los hombres barajaran letras y símbolos, hasta construir, mediante un improbable don del azar, esos libros canónicos. Las autoridades se vieron obligadas a promulgar órdenes severas. La secta desapareció, pero en mi niñez he visto hombres viejos que largamente se ocultaban en las letrinas, con unos discos de metal en un cubilete prohibido, y débilmente remedaban el divino desorden.

Otros, inversamente, creyeron que lo primordial era eliminar las obras inútiles. Invadían los hexágonos, exhibían credenciales no siempre falsas, hojeaban con fastidio un volumen y condenaban anaqueles enteros: a su furor higiénico, ascético, se debe la insensata perdición de millones de libros. Su nombre es execrado, pero quienes deploran los "tesoros" que su frenesí destruyó, negligen dos hechos notorios. Uno: la Biblioteca es tan enorme que toda reducción de origen humano resulta infinitesimal. Otro: cada ejemplar es único, irreemplazable, pero (como la Biblioteca es total) hay siempre varios centenares de miles de facsímiles imperfectos: de obras que no difieren sino por una letra o por una coma. Contra la opinión general, me atrevo a suponer que las consecuencias de las depredaciones cometidas por los Purificadores, han sido exageradas por el horror que esos fanáticos provocaron. Los urgía el delirio de conquistar los libros del Hexágono Carmesí: libros de formato menor que los naturales; omnipotentes, ilustrados y mágicos.

También sabemos de otra superstición de aquel tiempo: la del Hombre del Libro. En algún anaquel de algún hexágono (razonaron los hombres) debe existir un libro que sea la cifra y el compendio perfecto de todos los demás: algún bibliotecario lo ha recorrido y es análogo a un dios. En el lenguaje de esta zona persisten aún vestigios del culto de ese funcionario remoto. Muchos peregrinaron en busca de Él. Durante un siglo fatigaron en vano los más diversos rumbos. ¿Cómo localizar el venerado hexágono secreto que lo hospedaba? Alguien propuso un método regresivo: Para localizar el libro A, consultar previamente un libro B que indique el sitio de A; para localizar el libro B, consultar previamente un libro C, y así hasta lo infinito... En aventuras de ésas, he prodigado y consumido mis años. No me parece ínverosímil que en algún anaquel del universo haya un libro total (3); ruego a los dioses ignorados que un hombre—¡uno solo, aunque sea, hace miles de años!—lo haya examinado y leído. Si el honor y la sabiduría y la felicidad no son para mí, que sean para otros. Que el cielo exista, aunque mi lugar sea el infierno. Que yo sea ultrajado y aniquilado, pero que en un instante, en un ser, Tu enorme Biblioteca se justifique.

Afirman los impíos que el disparate es normal en la Biblioteca y que lo razonable (y aun la humilde y pura coherencia) es una casi milagrosa excepción. Hablan (lo sé) de "la Biblioteca febril, cuyos azarosos volúmenes corren el incesante albur de cambiarse en otros y que todo lo afirman, lo niegan y lo confunden como una divinidad que delira". Esas palabras que no sólo denuncian el desorden sino que lo ejemplifican también, notoriamente prueban su gusto pésimo y su desesperada ignorancia. En efecto, la Biblioteca incluye todas las estructuras verbales, todas las variaciones que permiten los veinticinco símbolos ortográficos, pero no un solo disparate absoluto. Inútil observar que el mejor volumen de los muchos hexágonos que administro se titula Trueno peinado, y otro El calambre de yeso y otro Axaxaxas mlö. Esas proposiciones, a primera vista incoherentes, sin duda son capaces de una justificación criptográfica o alegórica; esa justificación es verbal y, ex hypothesi, ya figura en la Biblioteca. No puedo combinar unos caracteres

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que la divina Biblioteca no haya previsto y que en alguna de sus lenguas secretas no encierren un terrible sentido. Nadie puede articular una sílaba que no esté llena de ternuras y de temores; que no sea en alguno de esos lenguajes el nombre poderoso de un dios. Hablar es incurrir en tautologías. Esta epístola inútil y palabrera ya existe en uno de los treinta volúmenes de los cinco anaqueles de uno de los incontables hexágonos—y también su refutación. (Un número n de lenguajes posibles usa el mismo vocabulario; en algunos, el símbolo biblioteca admite la correcta definición ubicuo y perdurable sistema de galerías hexagonales, pero biblioteca es pan o pirámide o cualquier otra cosa, y las siete palabras que la definen tienen otro valor. Tú, que me lees, ¿estás seguro de entender mi lenguaje?).

La escritura metódica me distrae de la presente condición de los hombres. La certidumbre de que todo está escrito nos anula o nos afantasma. Yo conozco distritos en que los jóvenes se prosternan ante los libros y besan con barbarie las páginas, pero no saben descifrar una sola letra. Las epidemias, las discordias heréticas, las peregrinaciones que inevitablemente degeneran en bandolerismo, han diezmado la población. Creo haber mencionado los suicidios, cada año más frecuentes. Quizá me engañen la vejez y el temor, pero sospecho que la especie humana—la única— está por extinguirse y que la Biblioteca perdurará: iluminada, solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, armada de volúmenes preciosos, inútil, incorruptible, secreta.

Acabo de escribir infinita. No he interpolado ese adjetivo por una costumbre retórica; digo que no es ilógico pensar que el mundo es infinito. Quienes lo juzgan limitado, postulan que en lugares remotos los corredores y escaleras y hexágonos pueden inconcebiblemente cesar—lo cual es absurdo. Quienes lo imaginan sin límites, olvidan que los tiene el número posible de libros. Yo me atrevo a insinuar esta solución del antiguo problema: La biblioteca es ilimitada y periódica. Si un eterno viajero la atravesara en cualquier dirección, comprobaría al cabo de los siglos que los mismos volúmenes se repiten en el mismo desorden (que, repetido, sería un orden: el Orden). Mi soledad se alegra con esa elegante esperanza.(4)

Mar del Plata, 1941

De «El jardín de senderos que se bifurcan», 1941

NOTAS

1 El manuscrito original no contiene guarismos o mayúsculas. La puntuación ha sido limitada a la coma y al punto. Esos dos signos, el espacio y las veintidós letras del alfabeto son los veinticinco símbolos suficientes que enumera el desconocido. (Nota del Editor.)

2 Antes, por cada tres hexágonos había un hombre. El suicidio y las enfermedades pulmonares han destruido esa proporción. Memoria de indecible melancolía: a veces he viajado muchas noches por corredores y escaleras pulidas sin hallar un solo bibliotecario.

3 Lo repito: basta que un libro sea posible para que exista. Sólo está excluido lo imposible. Por ejemplo: ningún libro es tambien una escalera, aunque sin duda hay libros que discuten y niegan y demuestran esa posibilidad y otros cuya estructura corresponde a la de una escalera.

4 Letizia AIvarez de Toledo ha observado que la vasta Biblioteca es inútil; en rigor, bastaría un solo volumen, de formato común. impreso en cuerpo nueve o en cuerpo diez, que constara de un número infinito de hojas infinitamente delgadas. (Cavalieri a principios del siglo XVII, dijo que todo cuerpo sólido es la superposición de un número infinito de planos.) El manejo de ese vademecum sedoso no sería cómodo: cada hoja aparente se desdoblaría en otras análogas; la inconcebible hoja central no tendría revés.


Jorge Luis Borges

26 de janeiro de 2010

Nem uma coisa nem outra

Escrever nem uma coisa nem outra -
A fim de dizer todas
Ou, pelo menos, nenhumas.
Assim,
Ao poeta faz bem
Desexplicar -
Tanto quanto escurecer acende os vaga-lumes.

Manoel de Barros

20 de janeiro de 2010

Two measures are all that is necessary

It's perhaps useful for one to elucidate or at least conjecture what a society wants before one embarks to design a system to meet it. How do we find that out? Do current systems of governance allow the government to know what its society wants? I believe they do not.


First there are problems related to the Legislative Power of most modern societies. Today’s governance systems rely on frameworks and standards which are applicable to all individuals in the society. In political science terms, this would be called a constitution: the fundamental, bottom-level rules, which allow the body of society to organize and construct itself. But, as History tells us, constitutions are written by very few individuals within societies who are never really representative of the society´s desire; most often than not they represent the interests of pretty small, albeit very influential, groups of individuals. Therefore, the frameworks and standards applicable to all within a society end up being standards of these influential groups of people. However, the problem does not end there. Even if those representing society wanted to know the desires of those being represented, they would have a hard time finding it because there is a lack of tools to acquire this knowledge. Moreover, there is a lack of tools to survey society’s needs continually, in real-time, since desires change in time.

There is also the difficulty of how to implement the desires of society in the real world, which is a predicament related to the Executive Power of most modern societies. This problem arises because today’s systems allocate decision-making authority to very few people, which can be persuaded to represent small group interests. Therefore, in this case-scenario, a system could eventually emerge where society’s needs are well known, but government actions do not correlate well with those desires.

As complex as the problems of acquisition and implementation of societies needs may seem, I am convinced that only a couple of actions are necessary to correct them.

First, let society communicate their desires through a unique, universal, unrestricted, though ordered, media. This media could be a public web portal valid for all spheres (Federal, State and Munipal) of government, where legislative acts are debated and voted by the general public. As such, there is no intermediary between society and laws, which allows the translation of society’s desires directly to the constitution. In this system legislative institutions such as Congresses and Senates would be superfluous, and political parties would go back to being organized civil rights societies.

Second, it would be desirable if a government system could emerge where decision-making authority was allocated to those who are most qualified and motivated, while at the same time rewarding those who contribute and serve the larger desires of society. However, it would suffice if the society, through a singular media (such as the web portal suggested above), had the power to block unpopular Executive measures, as well as dismiss unwanted Executive personnel. Thus, the Executive Power could be directly overseen and made accountable to the desires of society.

That is not to say there are no traps in this kind of democracy. It can lead to a phenomenon called “tyranny of the majority”, where minorities may be negatively affected by the political system. It is also argued that direct democracy may lead to the fragmentation of society, due to an impossibility of reaching consensus decisions on ethnical, religious or other cultural matters. It is even argued that it may also lead to anomie, or some kind of lack of social ethic, throughout society. However, there is no perfect political system; there will always be compromises. There are advantages and disadvantages in every choice one makes, but I am convinced that the proposed measures would be the first step of our society towards democratic governance.

One should bear in mind that the near-anarchical legislative system proposed by no means translates into a lack of government or chaos. The system relies on consensus-based agreements where the political power of each and every member of the society is nearest to equal. Thus, it supports the most fundamental democratic principles: all citizens being equal before the law, and having equal access to power (the term democracy is derived from the Greek: δημοκρατία - (dēmokratía), meaning "the power to the people"). My belief, thus, is that the system emerging from those two measures would be the most democratic possible, since whatever path a society decides to trail it will be their own and not the course of an influential portion of that society. Moreover, the possible problems of a direct democracy may be manageable through normative actions.

The “tyranny of the majority”, or “mob rule”, can never be completely negated. However, the higher the social diversity allowed by the rules and the smaller the group influenced by them, the smaller the problem will be. In other words, diversity of cultural principles should translate into diversity of rules, separated by geographical areas, within the geographical range of the society´s country. Thus, rules should apply differently in separate geographical areas of a country, respecting cultural principles of each community. This is partially true when one observes the collection of countries in the planet, but there is a fundamental difference: in the planet one does not have the freedom to move between societies as he sees fit, choosing one he has the most cultural affinity. If smaller communities had a high degree of freedom to choose its own rules (while maintaining some level of cooperation with the whole society) and there was freedom of movement between these communities, then the “tyranny of the majority” would be much less of a problem. Furthermore, the freedom of rule-setting at the level of smaller communities does also cope with another problem of direct democracy, which is “balkanization”, or fragmentation of society due to an impossibility of reaching consensus decisions on ethnical, religious or other cultural matters.

Finally, anomie may be prevented if the whole society can reach a consensus on some basic principles of social living, i.e. a collection of fundamental ethical rules to be respected at least between communities, if not inside all communities.

Concluding, the way I see it current political systems employ social marketing of democratic principles, reaching a few compromises but not really employing them in real-life politics. This is a deliberate modus operandi with the intention of creating a social diversion to hide a simple truth from society: Representative Democracy is no different from Plutocracy. In order to give real political power to the people I believe two simple measures are all that is necessary. Create a media, or medias, through which each and every person within a society may be able to [1] vote for any given legislative proposal (thus eliminating governmental legislative institutions) and [2] block unpopular Executive measures, as well as dismiss unwanted public personnel.

12 de janeiro de 2010

Que vazem os áudios!

DEBATE ABERTO

Que vazem os áudios!

Existem consequências e consequências. No caso Ricupero custou-lhe o então muito vistoso Ministério da Fazenda. No caso Bial restou-lhe a opção de apresentar o Big Brother Brasil. No caso Casoy… bem, aí o mistério é impenetrável.

E ainda vão criar um sistema fantástico capaz de acessar diretamente o pensamento das chamadas figuras públicas. Seria uma espécie de áudio a ser acionado fora de hora. Não quando o personagem está em ação, dizendo aos telespectadores qual a moral da notícia, qual a real intenção desta e daquela frase deste ou daquele político. Mas sim quando a pessoa, essa que chora e gargalha, sente calor e frio, fome e medo, amor e ódio, troca confidências com seus pensamentos sem a ofuscante luz do refletor nem o cenário espacial do telejornal da noite. Com tantas maravilhas tecnológicas ao nosso alcance há que se inventar o leitor de pensamento, o desmascarador de embuste, o algoz do discurso hipócrita, o aparelho que nos dispa do supérfluo e nos apresente ao ser humano que luta por sobreviver em meio a realidade artificialmente gerada. E já poderíamos fazer alguns testes, logo de antemão.

Numa emissora de tevê o âncora do telejornal declamaria algo mais ou menos assim: “Só temos que nos orgulhar de termos um gari tão honesto e brioso de sua cidadania… pois não é comum vermos essa pessoa simples vir entregar na Delegacia de Polícia a bolsa recheada com R$ 20.000,00 que acabara de encontrar em meio ao lixo do condomínio de luxo…” Acionaríamos a engenhoca logo no primeiro intervalo dos comerciais e escutaríamos algo assim: “Pobre diabo, criatura patética, imbecilizada ao extremo… uma vergonha ir devolver dinheiro encontrado no lixo tantas vezes por ele vasculhado. Um idiota completo.”

Enquanto em outra emissora de tevê o apresentador do telejornal declamaria algo mais ou menos assim: “O Brasil conheceu ontem a história de dona Salustiana, 47 anos, mãe de 14 filhos, destacada catadora de papel de Taboão da Serra. Pois bem, ela concluiu o curso de alfabetização ontem à noite e está feliz da vida por saber agora ler e escrever. Um exemplo de determinação e coragem.” Novo intervalo comercial, trabalho para a engenhoca que, uma vez acionada nos traria o seguinte áudio: “Infeliz que veio ao mundo apenas para dar cria: 14 filhos! E ainda vem com sorriso banguela dizer-se feliz por saber ler e escrever. Sabe nada! No máximo consegue desenhar o nome e olhe lá! É gente assim que atravanca o Brasil!”

E já não se fazem moralistas como antigamente. Em passado recente moralistas de plantão utilizavam a televisão e o rádio para sapecar aulas de EMC (Educação Moral e Cívica). Falavam convictamente sobre a importância de o galo cantar anunciando a alvorada mesmo que o país estivesse no breu da mais torpe ditadura, opressão e tirania. Foi o tempo do faz escuro mas eu canto, o tempo do quando chegar o momento esse meu sofrimento vou cobrar com juros, juro! Naquele tempo sabíamos os que estavam deste lado da luta e os do outro lado. Os papéis eram demarcados. Atualmente predomina a psicologia de pesquisas de opinião pública: se o povo gosta de bordões então o saciarei logo com dois: “Precisamos passar o Brasil a limpo!” e para otimizar o tempo televisivo faça uso de algo mais curto e contundente como “Isto é… uma vergonha!”

Em 02/09/1994 o ministro da Fazenda Rubens Ricupero, em entrevista a Carlos Monforte no programa matinal Bom Dia Brasil teve parte de sua alma revelada em áudio vazado. Ele dizia em intervalo comercial que “o governo faturava o que era bom e escondia o que era ruim”. Ou seja, as autoridades governamentais são sempre inteligentes e a população sempre idiota. Custou-lhe o cargo, a credibilidade e o futuro político. Virou verbete em debates sobre novas tecnologias atendendo pela expressão “A parabólica de Ricupero”.

Mas existem as armadilhas do tempo. O espírito da época, o zeitgeist. Somos herdeiros direitos da chamada Era dos Direitos para usar aquela feliz expressão de Bobbio. O principal direito é o direito à humanidade. O principal instrumento para orientar a vida ordenada do planeta responde pelo pomposo título de Declaração Universal dos Direitos Humanos e tem data de fabricação (10/12/1948) mas não tem (ainda bem!) prazo de validade. Acontece que para fazer valer os direitos humanos precisamos abraçar de coração, com áudio ligado ou desligado, som perene ou vazando, não importa, ideias como respeito à diversidade de gênero, de raça, de cor, de credo, de classe, de nacionalidade. Passaram-se 11 anos mas muito gente ainda lembra daquela noite em que Pedro Bial provavelmente sem saber que o microfone estava aberto fala durante apresentação do balé Kirov: “Isso é coisa de viado” (Fantástico, 17/05/1998).

Deixei para o fim do texto a citação das palavras de Boris Casoy, âncora do telejornal da Band e que foi ao ar na noite do primeiro dia de 2010. O jornalista fez comentários infelizes após um vídeo com a participação de dois garis desejando votos de Feliz Ano Novo. Durante as imagens, vazou um áudio de Boris falando: "que m... dois lixeiros desejando felicidades do alto de suas vassouras" e "dois lixeiros, o mais baixo da escala do trabalho". Um primor de preconceito e desprezo contra cidadãos sem canudo, sem herança, sem traquejo para investir em bolsa de valores e sem sobrenome chamativo como Diniz, Sendas, Steinbruch, Skaff, Marinho, Saad, Civita, Agneli ou Casoy.

No segundo dia do ano, após ver desabar sua reputação de grande humanista, fiscal da moral alheia e algoz dos politicamente incorretos, principalmente se estiverem na política, Casoy pediu desculpas: "Ontem (quinta) durante o programa eu disse uma frase infeliz que ofendeu os garis. Peço profundas desculpas aos garis e a todos os telespectadores." Ficamos com a pulga atrás da orelha: o que teria ele dito em particular no intervalo de suas desculpas, enquanto o áudio estava fechado? Algo ficou evidenciado no pedido de desculpas: ele se refere à “frase infeliz” que “ofendeu os garis e a todos os telespectadores”. Primeiro que não se tratou de uma frase infeliz, é relativizar demais, ser muito reducionista e complacente com seus erros. Ele usou conceitos elaborados dando conta da evolução na escala do trabalho e determinando desde seu lugar de fala (atenção estudiosos da linha francesa de análise de discurso) que os garis estão ali, na altura do rés do chão. Resta-nos perguntar: em que posição Casoy se encontrava antes do vazamento do aúdio? E após o vazamento, qual a sua posição na escala dos valores humanos?

Existem consequências e consequências. No caso Ricupero custou-lhe o então muito vistoso Ministério da Fazenda. No caso Bial restou-lhe a opção de apresentar o Big Brother Brasil. No caso Casoy… bem, aí o mistério é impenetrável. Isso me lembra aquele cartoon do Charlie Brown. Nosso personagem caminha solitário em direção oposta a uma multidão de manifestantes, cada qual portando cartaz com abaixo isto e abaixo aquilo… então a Lucy pergunta ao Charlie Brown se ele não iria carregar uma faixa com abaixo a civilização! Brown responde, filosófico: “Não precisa… ela cairá… de tão podre.”

Em tempo:

O vídeo do Rícupero foi visto 33.009 no Youtube.

O vídeo do Bial foi visto 101.468 no Youtube.

O vídeo do Casoy foi visto 362.485 no Youtube.


Washington Araújo é jornalista e escritor. Mestre em Comunicação pela
UNB, tem livros sobre mídia, direitos humanos e ética publicados no Brasil,
Argentina, Espanha, México. Tem o blog http://www.cidadaodomundo.org
Email - wlaraujo9@gmail.com